La ciudad paquistaní de Lahore es famosa por muchas cosas: la hermosa arquitectura mogol, la deliciosa comida callejera, una vegetación agradable a la vista y, últimamente, una contaminación del aire que se encuentra entre las peores del mundo.
Pero por muy peligrosa que sea esa última distinción, Lahore recientemente evitó ser conocida por algo mucho peor: los linchamientos por parte de mafias.
Esto es lo que sucedió: un matrimonio estaba de compras, transcurriendo tranquilamente su día, cuando un transeúnte vio algo que le pareció ofensivo: en este caso, la ropa de la mujer.
No es que su ropa fuera reveladora (algo mal visto en esta cultura) o moralmente ofensiva para este digno caballero. No, se enfureció porque, a sus ojos, la mujer llevaba un vestido cubierto de versos coránicos.
Excepto que claramente no sabía leer árabe.
La ropa de la mujer ciertamente tenía escrituras árabes, pero no se derivaban del Corán ni de ninguna escritura sagrada. Producto de una empresa de diseño kuwaití, la caligrafía del vestido repetía la palabra árabe «Hilwa», que simplemente significa «bueno» o «hermoso».
E incluso si su vestido tuviera texto coránico, me atrevo a suponer que la mayoría de los musulmanes no apoyarían lo que sucedió después.
Lamentablemente, sin embargo, cuando se trata de blasfemia en Pakistán, la acusación es evidencia y la sentencia casi siempre es la muerte.
Esto era una blasfemia, gritó el hombre en su ignorante superioridad moral. Pronto se reunió una multitud y la mujer quedó atrapada en la tienda mientras la turba pedía que la decapitaran. Se desenvainaron los cuchillos y el derramamiento de sangre estaba a sólo un momento de distancia. Afortunadamente, los comerciantes y algunos otros miembros del público intervinieron en número suficiente para evitar que la turba atacara a la mujer antes de que llegara la policía al lugar.
Al frente del contingente estaba la superintendente adjunta de policía (ASP), Shehrbano Naqvi, quien valientemente rescató a la niña y la llevó a un lugar seguro corriendo un gran riesgo personal.
El guardia, Mumtaz Qadri, fue adorado por los partidos políticos religiosos y por importantes segmentos de la población y, tras su ejecución en la horca, fue prácticamente beatificado por los mismos partidos. Su ejecución también lanzó la carrera política de Khadim Rizvi, cuyo partido político de ultraderecha, Tehreek-e-Labbaik Pakistan, convirtió la persecución de presuntos blasfemos en una causa célebre. El TLP a menudo se puede encontrar a la vanguardia de tales frenesíes mafiosos.